domingo, 1 de noviembre de 2015

El Terror

El terror es una sensación de miedo muy intensa.El miedo se define como una perturbación muy angustiosa del animo por un riesgo real o imaginario;cuando este supera los controles cerebrales y el sujeto no puede pensar de forma racional,aparece el terror.

El terror puede generar sudoración fría,la parálisis del cuerpo y, en los casos mas extremos, el fallecimiento por paro cardíaco.La clave para dormir el miedo y el terror es el autocontrol. Los psicólogos recomiendan tratar de respirar de forma lenta e intentar poner la mente en blanco.

Por otra parte el terror es un género literario y cinematográfico,que reúne aquellas obras que buscan ocasionar miedo en el receptor.Así nos encontramos,por ejemplo,con los cuentos de terror escritos por autores como Edgar Allan Poe o Stephen King, o con películas de terror como Friday the 13(viernes 13) o también martes 13.

En mi opinión no le temo al terror,bueno sinceramente depende en que ocasión,pero hoy en día pienso que el terror es el miedo que tiene uno mismo en un determinado momento.Pienso que es algo que se te mete en la cabeza y no consigues que salga,pero yo al menos no le temo al miedo ni a la muerte.

A CONTINUACIÓN UNA HISTORIA DE TERROR:
Esta historia le ocurrió a una chica de unos dieciocho años que, según me confesó, apenas tuvo miedo. Y la admiro, pero yo sé que aquella no fue su única historia. Llamémosla Lorena. 
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sus hermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o incluso empujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodio dormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella no estaba. 
Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueño estirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarrada por su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo. 
Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió: 
Un golpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó de golpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quieta mirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido, seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenido tiempo de entrar, pegarle y luego salir... 
Pensó y recordó otro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unos amigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de una montaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, pero ella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó. 
La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -un amplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio y una litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga. 
Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció en el salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiesta no acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo, no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir. 
No era cómodo tumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada- sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ella sabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con el cuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia su cabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer lo que hizo: tocarle el pecho. 
No recordaba si era el izquierdo o el derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánico que sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no había espacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña. 
También en aquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y notar cómo abría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. La pareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más. 
Su determinación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufrir alucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo. Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió su tripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo. 

Esta historia le ocurrió a una chica de unos dieciocho años que, según me confesó, apenas tuvo miedo. Y la admiro, pero yo sé que aquella no fue su única historia. Llamémosla Lorena. 
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sus hermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o incluso empujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodio dormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella no estaba. 
Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueño estirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarrada por su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo. 
Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió: 
Un golpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó de golpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quieta mirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido, seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenido tiempo de entrar, pegarle y luego salir... 
Pensó y recordó otro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unos amigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de una montaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, pero ella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó. 
La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -un amplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio y una litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga. 
Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció en el salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiesta no acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo, no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir. 
No era cómodo tumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada- sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ella sabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con el cuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia su cabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer lo que hizo: tocarle el pecho. 
No recordaba si era el izquierdo o el derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánico que sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no había espacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña. 
También en aquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y notar cómo abría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. La pareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más. 
Su determinación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufrir alucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo. Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió su tripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo. 

Esta historia le ocurrió a una chica de unos dieciocho años que, según me confesó, apenas tuvo miedo. Y la admiro, pero yo sé que aquella no fue su única historia. Llamémosla Lorena. 
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sus hermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o incluso empujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodio dormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella no estaba. 
Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueño estirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarrada por su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo. 
Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió: 
Un golpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó de golpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quieta mirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido, seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenido tiempo de entrar, pegarle y luego salir... 
Pensó y recordó otro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unos amigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de una montaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, pero ella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó. 
La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -un amplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio y una litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga. 
Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció en el salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiesta no acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo, no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir. 
No era cómodo tumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada- sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ella sabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con el cuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia su cabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer lo que hizo: tocarle el pecho. 
No recordaba si era el izquierdo o el derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánico que sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no había espacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña. 
También en aquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y notar cómo abría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. La pareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más. 
Su determinación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufrir alucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo. Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió su tripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo. 



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Lee todo en: Definición de terror - Qué es, Significado y Concepto http://definicion.de/terror/#ixzz3qJtxGPCE


1 comentario:

  1. Muy bien la definición de terror, y tu opinión acerca del tema. Lo que no considero oportuno es que cuentes la historia de infinitas líneas, que la verdad, no viene al caso.
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